1. Mi historia: el comienzo
11/18/20253 min read
Las estrellas siempre fueron un signo presente en mi familia, una huella silenciosa que nos acompañaba de una forma u otra. Siempre fuimos grandes contempladores de la bóveda celeste y de sus constelaciones. En casa nunca faltó un telescopio para mirar las estrellas, dispuesto a desvelar el lenguaje de la noche, y de pequeña mi padre solía llevarme a mostrarme las figuras que reconocía de memoria como si fueran viejos aliados. Pero aquel impulso no nacía solo de él: venía de más lejos, de mi abuela materna. Ella había estudiado astrología y llegó a trazar varias cartas natales para distintos miembros de la familia. ¿Era ya el presentimiento de que, quizá, llegaría un tiempo en el que sería necesario recomponer aquel vínculo silencioso que une nuestras vidas con la escritura del cielo?










Desde mi primer aliento las estrellas han sido una presencia constante, guiándome como a un navegante errante que reconoce en un destello lejano el camino de regreso a casa. La bóveda celeste siempre fue la referencia. En nuestra casa de campo —aislada del mundo, sin luces que enturbiaran el cielo, acompañada solo por el rumor de la naturaleza y ese azul insondable que parecía no tener fin— las estrellas surgían nítidas, como agujas de verdad, susurrándonos secretos sobre un porvenir aún ininteligible. Ahí pasé todos los veranos de mi vida, contemplando ese firmamento nocturno con una nostalgia suave y una sed inagotable por descifrar los misterios de aquel vasto mosaico.
Tampoco faltaban señales en la casa en la que crecí. También era un lugar retirado, con cielos amplios y estrellados, montañas en el horizonte, atardeceres teñidos de rosa y una calle que llevaba el nombre del satélite que acompaña la danza de la Tierra. Y por si todo ello no fuera suficiente, el Universo se empeñaba en dejar más pistas: mi padre había vivido toda su niñez en un barrio llamado “Estrella”… Todas las calles de ese barrio llevan el nombre de una constelación o de un objeto celeste. ¿Azar? ¿O la traza deliberada de un mapa cósmico aguardando ser leído cuando llegase el momento?
Lo que nunca imaginé es que todo aquel escenario cuidadosamente tejido aguardaba un momento señalado.
Y ese momento llegó el 18 de octubre de 2022, a mis 29 años.
El día 144.1.222.
El día en que la puerta se abrió, sin que yo pudiera intuir el viaje que empezaba ni el lugar al que me llevaría.
Iba a empezar a Recordar…
Las claves estaban ahí desde el principio, insinuándose en silencio, dispuestas a desplegarse y guiarme a través de mi despertar a medida que el Recuerdo volviera. Las cifras ocultas en la segunda lectura de esa fecha resguardan un sello profundo…
Podrán comprenderme si deciden acompañarme en este viaje que narro en las páginas de este Diario. Las claves que hoy comparto las fui descifrando con el tiempo, conforme las piezas del gran puzle iban revelando su lugar.
